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sábado, 17 de febrero de 2018

LA EDAD ADULTA. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham

LA EDAD ADULTA. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham 

    "Él habló de su vida desde que le entregaron esa lanza tan deseada y que había hecho de él un murani. Kibii era alguien a quien él apenas conocía. Kibii se había marchado, Kibii era literatura. Éste era un guerrero y un hombre de ideas serias.
    -El mundo es un lugar grande -dijo-. He ido hacia el norte, hasta el Uasin Gishu, al sur más allá de Kericho, y he pisado las laderas del Ol Donia Kenya. Pero vaya donde vaya el hombre siempre queda más mundo en sus hombros, o tras sus espaldas, o ante sus ojos, por eso es inútil continuar. He cazado búfalos y leones, y he comerciado con ovejas junto a un lugar llamado Soyamu, y he hablado con otros hombres en todos estos sitios. Después un hombre vuelve a su hogar y no es mucho más sabio.
    -Entonces, ¿estás decepcionado, Arab Ruta? Cuando eras un niño, cuando eras Kibii, no hablabas así.
    -Un niño no habla como un hombre. El mundo no me ha enseñado más de lo que me enseñó mi padre, y no más de lo que aprendí de Arab Togom.
    -No conozco a Arab Togom.
    -Fue a quien mi padre eligió para prepararme para la circuncisión y creo que me preparó bien. Es un murani de la edad de mi padre y un hombre muy sabio. Me contó la historia de mi pueblo y me dijo cómo un hombre debe vivir su vida, hablar en voz baja y guardarse la furia hasta que la necesite, como esta espada que cuelga de mi cinturón. Me contó cómo Dios entregó la primera semilla de todo el ganado que vive a cargo de mi pueblo y que mi tribu no puede morir si economiza este regalo. Me habló de la guerra, de cómo el alma de un hombre se marchita, al igual que el rostro de una vieja si pierde el deseo de luchar. Arab Togom me dijo estas cosas. Cómo come un hombre y cómo ama un hombre para seguir siendo un hombre y no un toro de la manada, o una hiena que desgarra una presa.
    -Ahora finalmente estoy casado, pero primero aprendí estas formas de vida. Entre ellas está la obediencia a la ley; la obediencia a mi corazón forma parte de ellas. He conocido a hombres los cuales han visto más mundo que yo. Conozco a uno que incluso se ha metido hasta las rodillas en el agua que nunca termina y sabe a sal; otro ha vivido en un pueblo tan grande que sólo un hombre de cada cien conoce el nombre de su vecino. Estos hombres también tienen sabiduría. Es otra sabiduría y no creo sea mala, pero lo que he aprendido de mi padre, Arab Maina, a quien recuerdo bien, y de Arab Togom, me parece suficiente para vivir."

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